Hay lugares que te
atrapan como el abrazo que realiza la Ría del Nervión en
Bilbao. Dulcemente en una pausa, con la firmeza justa y necesaria del
cinturón de casas que se asoman al agua.
El mejor paseo para
descubrir esa curva amorosa, es el que lleva desde La Ribera hasta al
Guggenheim, o mejor aún, desde Atxuri hasta el Estadio de San Mamés.
Los muelles se suceden
como los engranajes de una cremallera; primero uno, luego otro y
aunque parecen iguales, cada uno se asoma a la ría con su propia
identidad.
El Puente de San
Antonio y su iglesia inician este personal recorrido por
este barrio recuperado para la ciudad. Con casas y balcones de
colores a un lado de la ribera y con un luminoso mercado en la otra
que invita a comprar. Entrar en el Mercado de La Ribera es
entrar en un barco cargado de mercancías: frutas, carnes, pescado,
manjares de la huerta, de los valles y de la costa de Euskadi. A su
lado los Soportales de La Ribera que le acompañan, sirven de
muelle improvisado, de estación marítima, no hay más que mirar
hacia el techo y ver con mirada de animal marino, los pescadores que
faenan en estas aguas.
Quizás el vaivén de las
olas convierten Las Siete Calles en Setenta y Siete,
estamos en el barrio más antiguo de Bilbao; en su embrión medieval.
Por aquí una calle, a continuación se extiende otra: Somera,
Artekalea, Tendería, Belostikalea, Carnicería
Vieja, Barrenkalea, Barrenkalea Barrena y la
marginada del grupo de siete; la Calle Pelota. La visión se
nubla, las calles se multiplican fruto de la cantidad de bares,
tabernas y cervecerías. Un pintxo, una cazuela, los fogones siempre
están a punto para llenar las barras de tapas, bocadillos, charlas y
amigos. No importa donde se entre, seguro que encontramos nuestro
sitio, un local agradable donde degustar y conversar.
La Calle Alejandro de
la Sota subraya desde la Catedral de Santiago hasta
Erronda Kalea, y acaba en Posta Kalea, queriendo no
pasar desapercibida en el Casco Viejo de Bilbao. Esta vieja arteria
lleva directamente al corazón del Arenal, a la Plaza Nueva,
donde late la mayor variedad de locales y gastronomía vasca
aglutinados en un sólo espacio, sólo hace falta perder la brújula
para iniciar un ciclo sin fin. Bajo sus soportales se puede entrar y
salir indefinidamente, recorriendo de seguido uno detrás de otro
cada bar, o intermitentemente; al igual que la sangre es bombeada por
nuestras más importantes vías circulatorias. Sin principio y sin
final, la vida de esta plaza mana a borbotones según las horas del
día o de la noche, en un flujo alterado por la presión de nuestras
ganas de alimentarnos, asimilar y adquirir.
Quizás después de
compartir la barra con una buena dosis de zuritos (vasos de
cerveza) o de txikitos (vasos de vino), sea el momento de
tomar el pulso a la ciudad y vislumbrar las artes que la oferta cultural del Teatro Arriaga nos tiene preparada. El edificio
domina una de las orillas por donde cruza el Puente del Arenal,
mientras que en la otra orilla se asienta la Estación de
Santander, también conocida como la Estación Bilbao-Concordia.
Colorida, brillante como si de un broche floral modernista -situado
en la solapa- se tratara, Bilbao es fácil que te llegue al corazón.
Es el momento de bajar por la Calle Ripa hasta el Puente
del Ayuntamiento, una ligera oscilación, como corrientes
invisibles en el agua, te lleva en Bilbao a cruzar todos sus puentes
y cambiar de orilla una y otra vez.
La Ría de Bilbao se
abre, toma aire e hincha el Puente de Zubizuri como si de la
vela de una trainera de pesca se tratara, su pasarela de cristal
asemeja al camino de agua que cruza. Un poco más hacia adelante, la
luz de las escamas de un pescado gigante destellan obligándote a
cerrar los ojos. Cuando por fin la luz cegadora te permite contemplar
lo que tienes delante, confirmas que los destellos pertenecen al
Museo Guggenheim; el buque insignia del arte arquitectónico
de Frank Gehry. Por arriba, por abajo, en un lado o al otro,
el museo salta de perspectiva ante nuestros ojos como una sardina
inquieta que boquea.
Si quieres contemplar la Ría de Bilbao desde un lugar privilegiado quizás te interese hacer una pausa en el Restaurante Doma.
Si quieres contemplar la Ría de Bilbao desde un lugar privilegiado quizás te interese hacer una pausa en el Restaurante Doma.
Dependiendo de en qué
lado te encuentres del Puente de La Salve, puedes subir en
ascensor, bajar unas grandes escaleras o seguir recorriendo los
muelles de Bilbao. Su sistema de tirantes fue el primero en
utilizarse en España y quizás con la magia suficiente, servirían
para poner música a la ría; esta arpa constructiva nos ayuda a
seguir caminando. Dejamos atrás los edificios eclécticos de la
Universidad de Deusto, su puente y la Avenida Abandoibarra
donde se alza el Palacio Euskalduna, el Museo Marítimo Ría
de Bilbao y el Puente Euskalduna, desde el aire parece que
un pelotari hubiera dejado su cesta de jai alai y que la
pelota vasca por excelencia hubiera terminado siendo la catedral del
fútbol. Llegamos al final de nuestro recorrido, nos encontramos
delante del Campo de San Mamés, donde la #Sangredeleon late
con fuerza en el estadio que se ilumina de rojo tomándole el pulso a
Bilbao. Ningún recorrido acaba en esta ciudad donde la ría vertebra
su pasado comercial. Adentrarse en Indautxu o Abando es
cuestión de tener sangre en las venas.
Si necesitas inspiración viajera, en Bilbao se pueden hacer muchas cosas, ¿has leído mi post "Qué hacer en Bilbao"?
Si buscas alojamiento tengo varias recomendaciones desde el hotel con servicio de comida 24 horas y conexión Wifi para vivir aislado y trabajando hasta aquel hotel que te hace sentir como en casa, pasando por un hotel donde se puede desayunar con champagne francés.
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