Hay países y lugares que
quedan grabados en nuestra caprichosa memoria como huella indeleble
de nuestra historia. Uno de esos parajes tatuados en mi cerebro es
sin duda Yemen. Aquí encontré parte de una historia olvidada por el
mundo, un pedazo de planeta mal conocido y bastante tergiversado pero
también una tierra llena de contrastes y de naturaleza desbordante.
Transcribo de mis notas
de viaje las sensaciones de aquel 19 de agosto del 2006.
“Es difícil encontrar
Internet y tiempo para escribir en Yemen. ¡Cómo me hubiera gustado
hacerlo cada día!. Al final de cada jornada, en el transcurso de los
acontecimientos. Explicar lo que he visto y lo que he vivido tan
diferente a la imagen que se tiene de este país árabe. Haciendo
balance, uno llega a la conclusión de que Yemen es un país
espectacular.
Hemos vivido largas
jornadas para aprovechar el tiempo y no sufrir el calor en exceso.
Hay tanto por descubrir en esta zona del Máshrek (lugar por
donde sale el sol) que nos levantamos a las seis de la mañana y nos
acostamos cuando el cuerpo no puede más. A veces son las ocho de la
tarde otras pasada la medianoche, todo depende del cansancio o de las
visitas programadas para el día siguiente.
Hemos cruzado el Desierto de Rub al-Jali; uno de los más extensos del planeta. Bajado por inmensas dunas en
4 x 4 acompañadas por beduinos. Hemos subido a pie hasta la cresta
de las dunas para tan sólo poder ver como amanece y la luz lo invade
todo. Acampadas en el desierto, mientras los zorros, nos miraban
curiosamente como nos reuníamos alrededor de una fogata y bebíamos
té. Del desierto fuimos a la costa hacia el Mar
Rojo, la playa estaba desierta y la única construcción
era apenas cuatro paredes. Volvimos a acampar, esta vez sobre arena
blanca, cerca de Bir Ali.
Este precioso lugar aún no ha sido devorado por el hormigón y los
cables eléctricos y permanece virgen para disfrute de los que amamos
el silencio. Al amanecer se podían ver delfines saltando en el agua
cerca de la orilla, sin necesidad de violar su espacio, a simple
vista, ellos en el mar y nosotras en la tierra. Aquí, uno puede
imaginar cómo debían ser las playas cuando aún no las habían
descubierto los grandes grupos hoteleros. Después de recorrer
Tihamah (Tierras calientes) una zona de calor y bochorno de
nivel máximo, nos fuimos a la zona más montañosa del Yemen, donde
hemos dormido en casas típicas, abrigadas con saco y mantas en pleno
mes de agosto.
En las montañas, los
yemenitas trabajan la tierra con un sistema de terrazas de cultivo
parecido al de Perú. Las alturas de las terrazas han llegado a
superar los 3.000 metros de altitud, la verdad es que viendo los
paisajes y los cultivos no parece que uno esté en Arabia.
Camellos, burros,
gallinas, cabras, vacas, bueyes, delfines, ranas, cangrejos,
halcones, búhos y una manada de buitres rodeando una vaca muerta,
ponen la nota pintoresca al viaje. Escenas que parecen sacadas de un
Belén viviente, miles de historias escondidas detrás de cada foto.
Un anciano que me pidió que le hiciera una foto con su nieta. El
hombre de las montañas que quería que le sacara la foto en papel
desde mi máquina y posó delante mío con orgullo. La de la única
mujer que me pidió que la fotografiara cuando la mayoría de la
población femenina debe pedir permiso a su marido para hacerlo. La
de los centenares de niños que con sus enormes sonrisas y ropas raídas posaban, jugaban y nos
seguían porque nosotras éramos el espectáculo. La imagen del
carnicero abriendo en canal a un carnero mientras su cliente esperaba tan
suculento despiece. El pescador sacando de su barca la pesca del día
y luciendo su mejor captura para inmortalizarla en mi cámara. El
frutero poniendo su mejor sonrisa y buscando las cajas de fruta que
venían de España para que supiéramos que yemenitas y españoles
éramos “amigos”. Y otras, las menos, aquellas “fotos robadas”
(por decirlo de alguna manera), sacadas a escondidas, desde el coche
en marcha, a aquellas campesinas que trabajaban de sol a sol
embutidas en sus velos negros y tocadas con un alto y puntiagudo
sombrero de paja. Tantas y tantas personas que siempre acabas
encontrando en cada viaje y que de alguna manera han querido formar
parte de nuestros recuerdos para siempre.”
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